sábado, 26 de julio de 2008

27 julio

Por Jehová son ordenados los pasos del hombre (Salmo 37:23)
Tenemos la más completa seguridad que Dios guia a sus hijos en todas las cosas. El puede transmitirnos sus pensamientos acerca de este acto particular o sobre aquel movimiento. De otro modo, ¿donde estaríamos? ¿como podríamos seguir avanzando? ¿en que forma podríamos regular nuestros movimientos? ¿estamos aquí para ser llevados de un lado y otro por las corrientes de las circunstancias? ¿nos guia la ciega casualidad? ¿nos guían nuestros propios impulsos?
Gracias a Dios, no es así. El, a su propia manera, puede darnos la seguridad de cual es su voluntad en cada caso, y sin esa certeza no deberíamos dar un solo paso. Nuestro Señor Jesucristo (¡toda honra sea a su Nombre sin par!) puede revelar sus intenciones más intimas a sus siervos, en cuanto al lugar donde deben ir, y lo que tienen que hacer. Ningún siervo verdadero pensara en moverse o actuar sin aquella intimación. No debemos movernos en forma insegura. ¡Si no estamos seguros, quedémonos quietos y esperemos! Con frecuencia ocurre que nos angustiamos e impacientamos por movimientos que Dios no ha ordenado.
Una persona dijo una vez a un amigo:
- Me siento completamente perdido, y no se que camino tomar.
- Entonces no tomes ningún camino -fue la sabia respuesta del amigo.
El guiara al manso en sus juicios y les mostrara el camino. No debemos olvidar esto. -C. H. Mackintosh.
Hace muchos años, un ministro a cargo de un circuito visito una de sus iglesias en un lugar apartado. Cuando iba a regresar, se dio cuenta que tendría que hacerlo en plena oscuridad. Un miembro de la congregación, acostumbrado a la vida en los bosques y a las caminatas nocturnas, le dio una antorcha de pino tea. El ministro estaba seguro que se le apagaría.
- Le va a alumbra todo el camino hasta su casa -declaró muy confiado el montañés.
- Pero el viento me la va a apagar -replicó insistentemente en ministro.
- Llegará alumbrando hasta su casa -fue la respuesta.
- ¿Y si llueve?
- Llegará alumbrado hasta su casa.
Y así fue. El hombre del bosque estaba habituado a usar esa luz y sabía que era digna de confianza. Dios es nuestra luz. Los que han experimentado esta luz saben que nos alumbrará hasta llegar a nuestro destino.

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