Y cuando hubieren cantado el himno,
salieron al monte de los Olivos (Mateo 26:30)
Hay varias ocasiones en que nuestro Señor debe de haber cantado, pero la única vez que se menciona que cantó es en aquella noche que fue la más oscura de su vida en la tierra. Fue al comenzar su caminata al Getsemaní. No cantó solo, porque sus discípulos estaban con El. Podría haber cantado en el Monte de la Transfiguración, o el día que entro a Jerusalén en medio de los Hosannas del pueblo, o en las bodas de Caná. Pero esta era una canción en la noche.
El gozo que se expreso en su himno era el gozo que le fue propuesto, por el que sufrió la cruz menospreciando el oprobio. La causa del gozo en su corazón era la satisfacción de haber cumplido la voluntad de su padre. Tenia que enfrentar la agonía del oprobio y la burla. Tuvo que mirar las densas tinieblas a las que iba a entra a fin de preparar el camino para salvar las almas perdidas. Hubo alegría en aquel corazón sepultado bajo todas las sombras y pesares. En su corazón de Dios había un profundo amor por la humanidad.
¿Jesús solo debe llevar la carga? ¿Debe cantar siempre sus canciones en la noche? Aquí hay una lección, ¿verdad? Querido cristiano, ¿has tenido que dejar de cantar? Debemos aprender a cantar mientras entramos al valle de las sombras. Cantamos mientras trabajamos. Cantamos cuando estamos gozosos. ¿Podemos cantar cuando sufrimos? ¡Que difícil es cantar cuando no se ve mas allá de la aflicción! El secreto consiste en mirar más allá de las circunstancias inmediatas y contemplar las recompensas que recibimos en gloria. Cristo vio su recompensa: la obra de redención terminada.
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