En los anales del tiempo, los poetas han comparado las lluvias con las lágrimas. Dicen que "los cielos lloran" cuando llueve. Jeremías, uno de los grandes profetas del Antiguo Testamento, comparaba el alma gozosa con un huerto de riego. Elocuente y sabio entre los escribas, expresó, sus sentimientos más profundos en su descripción del huerto de riego del alma. Es como un huerto en el que la lluvia cae en abundancia. Cada planta se levanta recta y con deslumbrante dignidad. Cada hoja resplandecerá con nuevo vigor. Cada perfumada flor expone sus matices más brillantes. Qué lucidez habia en Jeremías. La lluvia no derrama lágimas, esparce esplendorosa belleza.
¿Esta cansado, tierno corazón?
¡Alegrate del dolor!
las penas producen las cosas más dulces
como la lluvia produce flores.
Dios vigila: el sol vendrá
cuando las nubes su obra acaben.
[Adelaida Procter]
A veces cuesta alegrarse de la lluvia. ¿Se alegra alguien del dolor?. Las dos cosas son tristes perturbaciones de la vida y nuestro fuero interno se rebela contra ellas. ¿Quién no desea ver los cielos sin nubes y tener un cuerpo sin dolores? La gente que vive en lugares donde brilla constantemente el sol, desean ver unos pocos dias nublados. Los goces del cielo serán magnificados por el recuerdo de nuestros días terrenales cargados de nubes.
En una vida en que reina una perpetua primavera hay un jardín del alma bien regado, aunque este riego con frecuencia se haga con lágrimas. La vida que produce flores de gozo y paz es aquella que se halla más cerca del "Varón de dolores, experimentado en quebrantos". Si su gozo está en nosotros, nuestro gozo está completo.
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