Si caminas paso a paso, el camino se abrirá delante de ti (proverbios 4:12)
Jehová te pastoreará siempre (Isaías 58:11)
Padre e hijo acamparon en una región boscosa a corta distancia de un pueblito. El padre quería echar una carta al correo. Le pidió al hijo que la llevara, y lo condujo hasta el sendero que le llevaría hasta el pueblo.
- Pero, papá -dijo el muchachito -, ¿como puede ese camino llevarme al pueblo?
El padre le tomo la mano y, levantándola con la suya, le indico un lugar a la distancia.
- ¿Ves al final del sendero ese árbol grande?
- Si, señor. Veo el sendero que llega hasta allá, pero ¡allí no está el pueblo!
- Bien, cuando hayas llegado a aquel árbol, verás la curva y el camino que desciende un poco. Camina hasta el árbol y sigue el sendero hasta que llegues a la curva siguiente, continúa hasta que veas algunas casas. Cuando llegues a las casas, vas a ver el correo. Allí puedes echar la carta.
No sé cuándo dejaré este paisaje familiar, ni hacia donde iré. Pero sé que El está aquí, estará allá y durante el camino me acompañará. Cuando parta de lo que conozco hacia aquel vasto lugar desconocido, aunque vaya tarde o temprano, sé que no iré solo.
El amor de Dios con frecuencia quita de nuestra vista el resto del camino de la vida. Nos lo revela paso a paso, y curva por curva. Por eso es necesario que confiemos en su dirección, porque El ve más allá de la curva. El sabe lo que hay más adelante y sabe si podremos hacer frente a una situación ahora o más adelante. El consulta nuestros deseos, como Padre sabio y amante. Las curvas no son el final del camino. Han sido puestas para disciplinar nuestra fe, para enseñarnos la paciencia de caminar paso a paso y hacernos aptos para la bendición. Debido a lo limitado de nuestra visión, debemos buscar continuamente la dirección del Señor.